sábado, marzo 05, 2005

A modo de prólogo

Desocupado navegante: sin juramento me podrás creer que quisiera que esta bitácora, como hija del entendimiento, fuera la más gallarda y discreta que pudiera imaginarse. Pero no he podido yo contravenir al orden de la naturaleza, que en ella cada cosa engendra su semejante.

Navegante carísimo, no quiero irme con la corriente del uso, ni suplicarte que perdones o disimules las faltas que aquí veas, tu no eres culpable, tienes tu alma en tu cuerpo y tu libre albedrío como el más pintado, y estás en tu casa. En esta nuestra bitácora, con permiso de cervantinos, nebulosos unamunos y personajes pirandellianos puedes decir todo aquello que te pareciere, sin temor que te calumnien por el mal ni premien por el bien que escribieres en ella.

Monda y desnuda, sin más ornato de prólogo que este plagio menardiano y universal. Lo que todavía ignoro es el trabajo de componer todo lo que irás leyendo. Entraros al punto con tantico de curiosidad y colocar cuantas anotaciones y comentarios os parezca. Y con esto, Dios te dé salud, y a mi no me olvide.
Vale.